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Eduardo Sánchez
Martes, 10 de mayo 2016, 10:15
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Nunca me había parado a pensar que los nombres de los teatros vendieran el nombre de una localidad, pues me cuesta imaginar que hordas de turistas se reúnan para decir; vamos a tal sitio que tiene un teatro con nombre muy bonito.
Lo que sí es cierto es que el nombre del municipio ha trascendido al ámbito nacional e internacional con tan torpe acción de menospreciar el nombre del poeta; son muchas las reacciones que se han producido a nivel nacional y tengo constancia de que la noticia se ha publicado tanto en Sudamérica como en Inglaterra y Alemania. Como decía, no tengo muy claro si el nombre de un poeta como Alberti vende el nombre de una localidad, pero lo que es indudable es que quitárselo sí ha trascendido las fronteras del municipio, aunque eso sí, dañando claramente la imagen de este importante enclave del Levante.
Lo triste del asunto es que la ocurrencia parece ser que ha venido del concejal de Cultura y uno no tiene por menos que pensar qué tipo de concejal puede hacer tal barbaridad, a uno le hubiera extrañado menos que una iniciativa tan descabellada pueda venir de alguien que tiene la responsabilidad de, precisamente, velar por el acceso de ésta a sus ciudadanos. La siguiente pregunta que te haces es en qué manos está la cultura en Huércal Overa, porque no nos engañemos el verdadero motivo es que a este señor concejal del Partido Popular, Alberti no le ha parece un poeta azul gaviota, más bien le parece un rojeras comunista.
Solamente a un ignorante le pueda parecer que los poetas son de colores, y otro aún más ignorante puede sentirse legitimado para quitar el nombre de un hijo predilecto de Andalucía, miembro de de la Generación del 27, Doctor Honoris Causa de la Universidad de Cádiz y Premio Nacional de Poesía, entre otros méritos.
Y lo peor de todo es que desde su partido a nadie se le ha ocurrido reprenderle por tal ocurrencia, porque este partido mareado de marea azul, está perdiendo el sentido de la decencia. Ya no basta que marquen sus municipios con la banderita española que preside cada rotonda de cada municipio conquistado, o que quiten las flores de la calle Guillermo Reyna, como también ha pasado en el municipio huercalense, porque no le gusta el rojo de sus pétalos. Ahora parece ser que su objetivo estético es pitufarnos a todos, hacer que el color azul reine de forma monocorde en cada rincón.
Resulta preocupante esta manía de utilizar el poder obtenido en las urnas para intentar pintar todo de ideología política, de intentar llegar a todos los rincones de la vida del ciudadano para imponer un pensamiento único, eso sí un pensamiento único a lo cateto, cateto y vacío.
Y me pregunto qué va a ser después de quitar el nombre del insigne poeta al teatro, ¿quemar sus libros y los de todos los intelectuales que no rezumen caspismo en la plaza del pueblo?
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