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Recuperando las raíces a base de voluntad ‘y pico’

Recuperando las raíces a base de voluntad ‘y pico’

Cuando las palabras no valen nada en el mundo actual, cuando la situación económica parece focalizar en el dinero toda la problemática de la vida, cuando parece que el futuro está más negro que el propio oscuro presente, aparece alguien o algunas de esas personas que han sabido hacer de su vida algo más importante que un gran capital material y cuentan historias y proyectos basados en la esencia humana y en valores que parecen perdidos en la sociedad actual, o, al menos, poco escuchados. Uno básico: la solidaridad, el trabajo en grupo por el bien común, una visión colectiva de una mejora de la vida de todos.

Jennifer Simón Carrión

Martes, 10 de mayo 2016, 10:24

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La palabra válida

Es la manera de vivir de los serranos, esas personas que guardan en su sencillez la esencia del valor humano. En estos días recuperan senderos olvidados, invitan a vecinos y turistas a conocer sus maravillas, y explican cómo lo hacen para no dejar de luchar por ese bien común que muchos predican pero pocos practican, con proyectos lógicos, tan sencillos como óptimos para un mejor futuro, más detallado que el que pueda hacer cualquier gran experto, porque no hay mayor conocimiento de algo de lo que se ha mamado.

Eduardo Sánchez, turrero, muy implicado con el medio ambiente y esas 'cosas' de la serranía nos cuenta así lo que están preparando:

«Hasta hace poco más de veinte años, Sierra Cabrera solo era transitable a través de caminos de herradura y veredas, que adaptándose al contorno de las montañas parecían en la lejanía babas de caracol que brillaban en los atardeceres serranos. Las veredas unían las huertas con las cortijadas, las cortijadas entre sí y a éstas con los núcleos de población especialmente con el de Turre que hasta hace pocos años era el centro comercial, eclesiástico y administrativo de Sierra Cabrera.

Algunas veces he fantaseado con las historias que me contaban los mayores de la sierra, imagino como en un día de del mes de julio una comitiva desfila tras un ataúd que se traquetea a lomos de un mulo, detrás le siguen en fila india detrás de la senda de sus familiares enlutados. Descalzos o con esparteñas hechas a mano, pues los zapatos de las grandes ocasiones no están pensados para andar por la sierra, solamente son válidos para las empedradas plazas, pero de ésas en la sierra hay pocas.

La comitiva negra destaca entre el color dorado que envuelve Sierra Cabrera durante la sequedad del verano, cuando la comitiva pasa por una cortijada sus vecinos salen a su encuentro para darles el pésame y un poco de agua fresca de la fuente que le ayude en el doloroso trance del traslado del difunto.

Otros días estas veredas también presenciaron escenas felices, la de pedimentos donde las familias de los novios se ponían en fila india para con alegría dirigirse a la casa de la novia para como manda la tradición pedir a los venerados padres permiso para que los jóvenes inicien su relación de noviazgo, los cántaros en esta ocasión llevan vino y los corazones alegría, alguien lleva un acordeón y una guitarra llena de sonidos metálicos y risas en las montañas de Sierra Cabrera.

Hoy esas sendas que trasportaron alegrías y tristezas están desaparecidas, escondidas tras un velo de maleza que las esconde a las miradas, el abandono y la desidia las ha hecho desaparecer porque los millones de pasos que las mantenían abiertas y limpias han trasmutado en la nada. Todo lo más al eventual paso de un ganado.

Hoy tan solo queda en algunos lugares el corazón desgastado de la roca, tras el paso de cientos de caballerías, que ha fuerza de rozar con sus herraduras han abierto yagas en la roca que más parecen acequias en la nada.

Eso. Solo queda eso. Se han borrado. Pero afortunadamente estas sendas aun siguen viviendo en la memoria de algunos de los que vivieron y sufrieron las alegrías y los rigores de la sierra, es el caso de Felipe 'El Viudo' que en cada salida nos muestra lo poco que queda de estas veredas. Yo le pregunto cómo es posible que después de tanto tiempo pueda recordar milímetro a milímetro por donde se extendía la vereda. Él me mira y me dice: «¿A ti se te olvida el camino de tu casa?, pues igual», mientras una luz brilla en sus ojos y las arrugas de su cara, forjada por miles de días al sol, perfilan una sonrisa.

Felipe nos va mostrando paso a paso por dónde trascurre la vereda, quitando de vez en cuando una lasca de pizarra que la lluvia y el tiempo han dejado sobre ella, vamos señalizándola haciendo montoncitos de piedras mientras el equipo que viene por detrás con azadas y desbrozadoras van sacando de nuevo, como del fondo de los tiempos, la vereda que de nuevo ve la luz.

Los que sacan de nuevo las veredas a la luz no son otros que los descendientes de los que un día las anduvieron, serranos, hijos de serranos, que no temen al sol de justicia y que de forma totalmente desinteresada reescriben las veredas que en su día anduvieron sus ancestros. Lo hacen de forma voluntaria, como se ha hecho de toda la vida en la sierra, que sin contar con la ayuda de nadie han sabido salir para adelante. 'Hoy me ayudas a mí y mañana yo te ayudo a ti', como dice Felipe. Echo de menos a las administraciones apoyando a estas gentes que están afanadas en un bien común.

En lo alto brillan las obras del nuevo radar que está construyendo el ejército. Una mole de hormigón afea desde donde se la mire la belleza de este pico que corona la sierra. A quien se le ocurrió ponerlo aquí lo hizo desde un mapa ajeno o despreocupado, a ése poco le importa cargarse un patrimonio natural que no es suyo sino de las generaciones venideras, a éstos poco le importan las viejas historias de Sierra Cabrera, las historias de miles de vidas que se desarrollaron viendo estos horizontes azules, tan azules que parece que pesan. A los serranos el alcalde les ha prometido que a cambio de este desatino de romper la cima, les van a poner la luz en las cortijadas. Yo pienso que es mentira, que es solamente una excusa para mantenerlos callados mientras les destruyen la cima. Dicen que los serranos son desconfiados, pero por desgracia están acostumbrados a que les mientan, puede ser que sea el ejército quien engañe al alcalde, puede ser que sean los dos quienes mientan. Sea quien sea, eso da igual, otras veces han sido otros. El daño ya está hecho, la mole de hormigón ya está ahí, ahora sólo falta que quienes prometen cumplan. En la sierra la palabra de un hombre vale lo mismo que su persona, veremos si los que han dado su palabra la cumplen o me temo todo seguirá a oscuras».

 

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