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El 'redescubrimiento' de Pedro El Morato

La muestra más palpable del 'cuidado del pasado' es lo que se puede ver de las manos del archivero municipal de Vera, Manuel Caparrós, cuando nos enseña las instalaciones donde desde hace años ejerce su trabajo.

Jennifer Simón Carrión

Martes, 10 de mayo 2016, 09:19

Está rodeado de papeles, de historia y ya ha conseguido organizar esa historia y 'meterla' en el ordenador para que quién vaya buscando parte de su pasado lo haga de forma ágil y rápida. Un trabajo, quizás poco valorado, pero tan monótono y constante, como importante. Pero esa labor no acaba ahí, es mucho más y aporta a quienes quieren descubrir algo ya pasado, mucho más que un placer o una curiosidad o una necesidad de tener plasmado un árbol genealógico que le diga quiénes fueron sus antepasados. El Archivo puede solventar la necesidad de una nacionalidad a partir de esos ancestros particulares, pero también esos 'papeles antiguos' pueden descubrir un plano necesario para una reforma actual; un documento vital para un acto de justicia presente, o miles de asuntos más, tan cotidianos como imprescindibles.

Caparrós es, podríamos decir, «el guardián de ese pasado». Le parece bien. De carácter amable, sencillo y minucioso, como su labor, nos explica con detalle algunas de las tareas que realiza a diario. Llama la atención, entre otras muchas cosas, la sala en la que se desinsectan los documentos antiguos, «se le quitan esos bichitos que se comen el papel y con él se comen la historia». Después se limpian bien, uno a uno, y se archivan, en su lugar.

La sala tiene un gran número de estanterías en las que descansan documentos con muchos siglos, documentos que se envuelven en plásticos y se meten en un congelador de esos de cofre como los que se pueden ver en algunas casas o pequeños establecimientos. 'Es un trabajo de chinos', uno por uno y puede haber muchos miles, se limpian, se archivan y se colocan en otra sala, en la que se encuentran clasificados por fechas y por departamentos. Lo que más sorprende no es ver un gran número de carpetas, sino la idea de las personas, los juicios, las palabras y las historias que allí se cuentan y que «nos explican cómo eran nuestros antepasados, sus costumbres a partir de sus conflictos, la manera de resolverlos». un sinfín de temas sociales, culturales, históricos que son un gran tesoro en la 'guarida' de un cuidador celoso por su bienestar.

Y además de eso, Manuel tiene un amor especial por la historia que le lleva a investigar y descubrir, y por lo tanto, a conocer mejor algunos personajes importantes para, por ejemplo, la cultura de la zona, de la provincia y del país. Su último descubrimiento, muy interesante para el mundo del flamenco, se ha adentrado en los orígenes y la posible explicación de una personalidad tan peculiar como la de Pedro 'El Morato'.

El Morato es para muchos investigadores una figura clave en la transición de lo folclórico a lo flamenco en los cantes de Levante, siendo probablemente responsable de la transmisión de los fandangos alpujarreños al Levante almeriense y Campo de Cartagena. Para el flamencólogo Ángel Álvarez Caballero se sitúa como ejemplo de cantaor de aquellos tiempos y lo considera uno de los artífices de los estilos de Levante en sus versiones más primitivas, como la taranta o el taranto de Almería.

Manuel Caparrós ha hecho un gran descubrimiento basado en una minuciosa investigación que le ha llevado a hipotetizar sobre el lugar de nacimiento real de Pedro Segura, Pedro El Morato.

«Era sabido por las letras de sus trovos que fue natural de Vera, desconociéndose sus circunstancias familiares. Tanto es así que, ante la falta de datos, el municipio de Antas ha reivindicado su nacimiento debido a que algunos de los descendientes 'Segura' siguen residiendo allí», pero Caparrós ha realizado un detallado trabajo que le lleva a hipotetizar que nació en Vera. y fue un niño expósito, esto es, que fue adoptado tras ser dejado por sus padres en la puerta de una familia supuestamente más pudiente o de más confianza, en este caso, de Ana María Morata (que le dio a lactar) y de Antonio María Alonso Albarracín, en la calle Almería de Vera. Tuvo dos hermanos: Nicolás (1825) y Francisco Antonio (1844).

El archivero se vio abocado a esta investigación, «teniendo siempre el convencimiento de que una personalidad tan desbordante (la de El Morato) debía de haberse gestado en un entorno nada convencional», además ha dedicado esta contribución que hace su investigación a «la memoria de don Antonio Soler Soler, maestro nacional y encargado del Archivo Parroquial de Vera, fallecido en 2011».

Los detalles de la investigación son asombrosos y se apoya en una serie de hechos y documentos históricos y a través del rastreo de la genealogía del trovero y descartando de manera metódica todas las vías que no coincidían con los datos que se tienen, como pueden ser fotografías y otros documentos.

Son todos los datos encontrados los que apoyan la hipótesis de Caparrós y no se resiste a añadir que «el hecho de que fuese adoptado choca con el supuesto parecido físico ya comentado entre la fotografía descubierta de El Morato y algunos descendientes vecinos de estos pueblos. Puede que fuese excesivo suponer que ese niño, depositado en la puerta de Ana María Morata, era fruto de su propia familia extensa, oculta su identidad para evitar escándalos vecinales. Presumiblemente, trasladada su familia a otro lugar, las sospechas y maledicencias se disiparían. Escarmentado de las hipocresías sociales, Pedro María habría optado por no casarse».

En definitiva, una interesante investigación que concluye en un importante descubrimiento sobre la vida y trayectoria de uno de los artífices del taranto almeriense.

 

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