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‘La cuna de la niña de cera’, la historia de amor eterno, hecha arte, en Cuevas

‘La cuna de la niña de cera’, la historia de amor eterno, hecha arte, en Cuevas

En Cuevas la conocen como la 'cuna de la niña de cera'. Es el monumento que un marido con amor desmedido a su esposa mandó construirle para que acogiera su cuerpo que quedó sin vida con tan solo 17 años. De ahí lo de 'cuna', al ser ella casi una niña, y también seguramente ante la forma del cenotafio, propiamente dicho, fabricado en mármol blanco y con las líneas curvas propias de lo que podría ser una cuna. Angustias Fernández Albarracín murió el 1843, dejando a una hija de tan solo un año y medio. De su historia de amor, del porqué todos los detalles de su 'cuna' funeraria, y de su entregado marido Miguel Flores Cánobas, nos hablará el recientemente nombrado Cronista Oficial de Cuevas, Enrique Fernández Bolea, en parte de su libro 'Historias para una historia: Cuevas del Almanzora y su provincia', que verá la luz en los próximos meses.

Jennifer Simón Carrión

Martes, 10 de mayo 2016, 09:43

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En cuanto a la historia, el texto de Fernández Bolea, concreta: «Miguel Flores Cánobas, el propulsor de este monumento, que es el mejor exponente del arte funerario cuevano, nació en 1821 en el seno de una familia acomodada y vinculada profesionalmente a la judicatura desde hacía varias generaciones, pues tanto su abuelo, Miguel Flores, como su padre, Diego Flores Flores, ejercieron la abogacía, llegando el primero a ostentar las alcaldías mayores de Marbella y Mazarrón. No es de extrañar, por tanto, que nuestro personaje siguiese los pasos de sus ascendientes y concluyese la carrera de leyes. Su formación le permitió ocupar diversos cargos en la administración del Estado, como el de secretario del Gobierno Civil de Gerona, jefe político ?después llamado gobernador civil- de las Baleares y gobernador civil de las provincias de Badajoz, Palencia, Ávila y Gerona. Entre los títulos que obtuvo y lo convirtieron en miembro prestigioso de la sociedad de su época destacaron el de caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén, caballero de la Real Orden de Carlos III y secretario de S. M. Isabel II. En 1840, cuando aún no tenía los 20 años, contrajo matrimonio con Angustias, una niña de apenas 15 que enseguida le daría una hija, María de la O. Parece ser que la joven esposa tenía una salud frágil y quebradiza que otorgó a su rostro una extrema palidez, por lo que era conocida en la población como la 'Niña de cera'. El desempeño de sus obligaciones y compromisos forzó al abogado a pasar largas temporadas fuera de la localidad, de ahí que su única hija quedase bajo el cuidado y tutela de la abuela paterna mientras se prolongaba la ausencia del progenitor. Gracias al testimonio de su tataranieta, Francisca Reyes Soler, sabemos que cuando Miguel regresaba a Cuevas visitaba a diario la tumba de su amada esposa, pero lo hacía de madrugada, buscando la quietud y el silencio, embozado en su amplia capa y cubierto con sombrero de copa, y se postraba durante horas ante el cenotafio en medio de la gélida soledad del camposanto. Aquella escena romántica, becqueriana, se repetía con cada nuevo regreso en el primer cementerio con que contó la villa a los pies de la ermita de El Calvario, pues, como ya se sabe, fue en este primitivo recinto donde se instaló el monumento, a pesar de la oposición inicial que mostró el propio Ayuntamiento. Cuando se inaugure el actual cementerio de San Miguel en 1860, Flores ordenará y organizará su traslado pieza a pieza, situándolo en el lugar que entonces se reservó a los sepulcros de las familias más sobresalientes, el mismo que todavía hoy sigue ocupando. Miguel falleció el 10 de abril de 1866, cuando contaba sólo 45 años de edad». No se sabe a ciencia cierta si Miguel está enterrado junto a su esposa, « aunque la lógica lleve a pensar que quisiese compartir con su querida esposa el descanso eterno», apuntó Fernández Bolea. Lo que sí hay, en el monumento, sobre la urna de Angustias es una tórtola, «símbolo del amor eterno, puesto que este ave una vez que escoge pareja ya no la abandona hasta la muerte. Esa tórtola solitaria sobre el túmulo mostraría para siempre a quien hasta allí se acercase ese profundo sentimiento del marido hacia la esposa», comenta el escrito de Fernández Bolea. Más allá de la muerte, entre las tumbas de hace siglos y de ayer, hay mil historias de amor eterno.

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