De prohibiciones y restricciones

gloria pérez de colosia

Martes, 2 de mayo 2017, 16:35

Con la llegada de la primara que la sangre altera, se cuecen en algunas mentes pensantes ideas sobre cómo mejorar esa bonita época estival y vacacional en sus municipios. Algunos pensaríamos que se trataría de cómo atraer unos turistas más interesantes que esos que alquilan un apartamento para 10 y se pasean de balcón en balcón a altas horas de la madrugada, ente otras razones porque a las 2 de la mañana hay pueblos en los que todos los locales, a excepción, claro está, de los magnánimos con licencia para más, están cerrados; o esos otros que pulsera en muñeca de un todo incluido terminan por no salir de su recinto hotelero y a veces ni se enteran, por ejemplo, de que Mojácar es un pueblo que está arriba en la montaña y se vuelven a sus dulces hogares creyendo que solo se extiende a lo largo del trocito de playa que ellos han visto. Lo peor es que luego así lo cuentan.

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Cualquiera pensaría que para dirigirse a un turismo distinto habría que promover el transporte y hacer fácil el acceso a esta zona, por ejemplo y con un carácter mancomunado, establecer ciertos servicios de lanzaderas desde el aeropuerto de Almería, teniendo en cuenta las horas de llegadas de los aviones, de forma que uno no tenga que bajarse de su avión, cargar con su maleta, retroceder hasta la capital y ya si eso al día siguiente coger el autocar que tarda 2 horas en llegar. Eso sí, si cogen el que va por Tabernas, además de las dos horas se vienen ya con visita guiada por el desierto.

Podría también fomentarse la cultura, la música, talleres sobre algún aspecto del conocimiento, cualquier cosa que pueda ser atractiva para un desarrollo más sostenible, interesante y participativo del turismo, de forma que cuando nos dejen hayan contribuido ellos también a la mejora de la comarca.

Pero no. Incomprensiblemente, se opta por la prohibición; prohibición de horarios, de música, de licencias, de pasear en grupo por la calle, de taconear en casa y de jugar al dominó en las terrazas. Saben ustedes que no exagero, pues algún ayuntamiento ya redactó una ordenanza municipal en esos términos, con lo difícil que resulta no taconear de entusiasmo cuando uno está de vacaciones. A aquellas prohibiciones, absurdas en mi opinión y como esto es un artículo de opinión, oso a expresarlo así, se unen las de esta temporada, y así en Mojácar se ha decidido prohibir las camas balinesas de algunos chiringuitos. Que bien mirado no dejan de ser hamacas grandes, pero debe ser que invitan a una desenfrenada lascivia que hay que evitar. Más allá de gustos, mi cuestionamiento como letrado es cuál es la legalidad de esta prohibición, pues por más que he indagado, no he encontrado normativa alguna que indique que un consistorio puede decidir cómo es la decoración interna de una tienda, bar, restaurante o vivienda particular. Y el hecho de que se sitúen en la propia arena tampoco lo justifica, pues hay un tramo cedido para su uso. Otra cosa en que este tramo no se respete y tengan que intervenir los de Costas. No sé. En fin, que tengan ustedes cuidado con el tamaño del colchón de agua que se llevan este año a la playa.

Por otro lado, en lugar de buscar una solución para la masiva llegada de vehículos, ofreciendo espacios para aparcar que resuelvan de manera permanente el problema, se opta por la restricción y se habilitan zonas azules, que vamos a ver, sobre un concepto de sostenimiento solidario del espacio compartido entiendo el fundamento, pero piensen ustedes en esa familia que baja a la playa a pasar el día y que cada dos horas tiene que ir a cambiar el papelito al coche. Planazo. Claro que en seguida se lanzará (si no está ya lanzada, lo desconozco) la aplicación para hacerlo desde el móvil, con lo cual en realidad, si lo piensan, no es una medida que fomente el movimiento de coches y por tanto haya sitio para aparcar para todos, pero claro también hay que llenar las arcas. Comparto el soporte de una solución así, como medida para limitar la circulación, como medida para una fluidez en las plazas de aparcamiento en aquellos lugares y ciudades que lo requieran y que además la necesidad sea constante y permanente. Pero en esta zona no lo es, y que durante el resto del año haya que pagar por aparcar en un calle pública, que es tan mía como suya, sin un coche de una punta a otra carece de sentido. A no ser que sea el recaudatorio de llenar las arcas

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Indudablemente sería más fructuoso invertir en una comarca más accesible, sin barreras, donde todos, con su diversidad, pudieran estar integrados, fueran felices y comieran perdices. Echo de menos el trabajo mancomunado

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