Que trabajen los chinos

EDUARDO SÁNCHEZ       Sociólogo

Eduardo Sánchez

Martes, 10 de mayo 2016, 10:22

Ante el fracaso tenemos tendencia a buscar cuales son las causas, pero pocos nos paramos a pensar eso mismo cuando las cosas van bien, las cosas van bien sencillamente porque no lo merecemos y lógicamente no vamos a alterar nuestra felicidad buscando sus causas no sea que encontremos algo que no nos guste ver.

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Los españoles, los europeos, los habitantes del mundo desarrollado, nos hemos acostumbrado a ser ricos, a tener lo que deseemos, a tirar lo que nos sobra que es todo para volver a comprar otra vez eso mismo de distinto color, algo más moderno o, sencillamente lo mismo pero nuevo. Nos ha sobrado el dinero porque nos hemos acostumbrado a comprar barato.

 

Nuestras abuelas necesitaban ahorrar para comprar la lana que más tarde tejían durante días antes de que se convirtiera en una bufanda, hoy sencillamente pasamos por delante de ella nos encaprichamos y la compramos, el consumo patéticamente se convierte en un acto reflejo. ¿Por qué?, sencillamente porque nos cuesta poco, con una hora de nuestro salario podemos acceder a los que nuestra abuela le costaba meses ahorrar y meses en tejer.

Y durante este acto reflejo de comprar pocos nos paramos a pensar que esto se produce así, porque hay muchas personas que trabajan por un sueldo miserable, porque a pastores de lugares lejanos que le compran la lana, materia prima a precios miserables, porque personas con sueldos miserables convierten la lana en hilo, personas con sueldos miserables visten los hilos de bonitos colores y personas con sueldos miserables convierten el hilo en bufandas para que éstas lleguen a nuestras tiendas con precios miserables que nos permitan el acto reflejo de comprar.

Y no vamos a decir que esto no lo sabemos porque lo sabemos, pero desde nuestra óptica de dueños del mundo, esto parece importarnos poco, de la misma manera que nos importa poco cuando vemos niños desnutridos por la televisión.

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Porque vivimos ajenos a eso, porque creemos que a nosotros no nos afecta.

Hoy vemos que cada día tenemos más parados en nuestro país, en nuestra Comunidad Europea, y muy pocos establecen la relación entre la bufanda barata y que nuestro vecino esté en paro. La globalización de la economía está produciendo que los trabajos que antes se realizaban aquí, ahora se realizan en otros países, es lo que se llama la deslocalización de la economía. Que nuestro vecino esté en paro se debe a que un trabajador con un sueldo miserable está haciendo el trabajo de nuestro vecino en un país remoto, pero la cosa no termina ahí ya que nuestra vecina que sí trabaja cada día lo hace por menos dinero, con menos derechos sociales ante el miedo de que su empresa deje de producir aquí para hacerlo en alguno de estos países.

De esta forma los trabajadores occidentales estamos contribuyendo a nuestro propio desastre, en la medida en que queremos comprar más barato estamos contribuyendo a nuestra propia desgracia. Así establecemos una relación fatal; cuanto más barato compramos más pobres hacemos a los trabajadores de estos países remotos, pero cuanto más pobres hacemos a estas personas más pobres nos estamos haciendo a nosotros mismos al facilitar que nuestro trabajo salga de nuestro país.

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Y en este orden de cosas, las pequeñas empresas, las empresas familiares que no son capaces de trasladar su producción a otros países desaparece, y con ellas también desaparecen sus puestos de trabajo. El mundo así es gobernado cada vez por mayores empresas y más grandes, tan grandes que son capaces de presionar a los Gobiernos dictándoles cuáles son las políticas que nos son necesarias, que curiosamente son las políticas que a ellos les interesan, y así poco a poco vamos cerrando un círculo en el que los trabajadores de estos países remotos a la par que nosotros vamos perdiendo nuestros derechos, nuestros sueldos y nuestros trabajos y vamos acumulando la riqueza cada vez en menos manos.

 

 

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