Churras con merinas

Es algo que me enfurece y entristece a un mismo tiempo, y despierta extrañas sensaciones en mi persona, generalmente cívica y responsable.

Juan García Conesa

Martes, 10 de mayo 2016, 08:40

Ya me dirán si llevo o no razón, o al menos, pretendo como siempre despertar opiniones y generar debate.

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Según nuestra Sacro Santa Constitución Española de 1978, vigente en toda su extensión y totalidad a día de hoy, España (su Estado), tiene el carácter, la definición, la singularidad, de proclamarse como "laico". Más concretamente, fijándonos en la propia Constitución, y cito el artículo 16.3 dentro de la Sección I denominada de los Derechos Fundamentales y las Libertades Públicas: "Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones."

No voy a discutir sobre cómo hemos llegado a la situación en la que nos encontramos como país, sociedad y nación, porque llover ha llovido mucho desde el año 1975, pero la situación de privilegio en la que la Iglesia Católica Española se encuentra inmersa, es algo que roza el esperpento. Y más con la que está cayendo.

Vaya por delante, que nada tengo en contra de la misión pastoral de sus párrocos que se dedican a transmitir la palabra de dios según sus creencias y reglas particulares, y que además, admiro a los cientos y miles de personas que voluntariamente y con buena fe, sacando tiempo y recursos que no disponen, se entregan en una tarea de voluntariado hacia los demás, de una forma admirable (acciones que en algunos casos tendría que cubrir y realizar el Estado con nuestros impuestos). Bravo por ellos.

Menciono a estas personas por que merecen un reconocimiento público, y porque la jerarquía eclesiástica siempre intenta derivar las críticas realizadas hacia la gestión de la dirección de la nave de la Iglesia Española con una falta de sensibilidad y de sensatez al trabajo mudo, silencioso y abnegado de esos voluntarios. Pero miren, no es así, ni es verdad. La crítica a la gestión de la iglesia es a sus dirigentes, que digo yo que tendrán que rendir cuentas por sus acciones y omisiones, pero aquí, en el mundo de los vivos, y no solo ante el altísimo.

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En este país nuestro, con sus defectos y sus virtudes, la iglesia ha sido ama y señora de lo espiritual...pero también de lo terrenal, y no solo de su parcela terrenal, sino de la del Estado, de la de las cosas comunes, de la vida pública, y eso es un error que una Sociedad avanzada o que aspira a ello no debería permitirse.

Se acordarán ustedes conmigo, que hubo un tiempo no muy lejano en que en España pecado y delito suponían una misma cosa, y recibían castigo espiritual y escarnio público en la parte religiosa y pena o condena en la parte social. Pero me veo en la obligación de recordar que pecado y delito no son la misma cosa.

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El pecado lo regulan las creencias religiosas, que solo deberían afectar a quien las tenga y profese dichas creencias y el delito afecta a todos/as los/as ciudadanos/as de un país.

En referencia a esto último, recuerden al Sr. Obispo de Alcalá de Henares mencionando conductas desviadas a personas homosexuales por su condición sexual (cuestión, por cierto que también protege la Constitución Española ). Dicha actitud del Sr. Obispo, que además fue realizada no en una homilía cualquiera sino en una retransmisión televisiva a nivel nacional, no ha merecido una encomienda, o un arrepentimiento, o una llamada al orden de la Jerarquía Superior de la Iglesia a la que pertenece y representa.

Por eso les decía que me indignan ciertas actitudes de los que mandan en la Iglesia Católica Española, porque hay cosas que no pueden ser. Un religioso debe intervenir en asuntos espirituales, para lo demás, está o debería estar el Estado Español, que por cierto, recuerden, es laico según la Constitución que todos/as aprobamos.

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