De finales de curso, funciones y cuerpos al sol

Hasta este mismo último momento de ponerme a escribir, no he sabido sobre qué iba a hablarles, porque no creo tener información veraz para opinar sobre el conflicto minero; la dimisión del presidente del Consejo Superior del Poder Judicial no me provoca lo suficiente; sobre rescates, me quedo sin duda con aquellos dos ratoncitos de la versión de Disney; y de esta era Mariana, dado que ni el propulsor se deja ver, me he autor-requerido desconectar transitoriamente en pro de otras necesidades intelectuales. Incluso la última gran declaración que Esperanza Aguirre ha hecho sobre la necesidad de que desaparezca el Tribunal Constitucional, me deja impasible (pero no duden de que sobre esto conocerán mi opinión).

Gloria Pérez de Colosia

Martes, 10 de mayo 2016, 08:48

 

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Esta indiferencia por temas tan importantes tiene una causa, y en seguida se darán cuenta de cuánta razón me ampara: HA LLEGADO EL FIN DE CURSO, se acaba el colegio, y además de todo lo demás, soy madre. Quien sea madre o padre y lea esto me entenderá perfectamente. Pero no solo ellos, también los titos y las titas, los abuelitos y todos aquellos familiares y amigos que en estas últimas semanas de curso son cruelmente transportados de función en función a ver a los angelicales chiquillos cantar, bailar, actuar, o, en su defecto, berrear, brincar o liarse con las frases. Sea lo que sea lo que nuestros niños hagan, y más aún cómo lo hagan, mientras que a sus padres se nos cae la baba, nuestros vecinos de silla, a los que sin piedad hemos arrastrado con nosotros, no dejan de mirar el reloj al tiempo que estudian cuál podría ser el camino más corto y seguro a la salida más cercana.

Convendrán conmigo que hasta el momento de esa función final, el trabajo que tenemos las madres es agotador (y por favor les pido, ni se les ocurra pensar en "...y padres, y padres", porque no). Ese ir y venir de un lado para otro es en parte la razón de que cuando finalmente estamos ante ellos nos parezca todo tan gratificante: ¡por fin podemos sentarnos! Hasta ese momento hemos tenido que retener en nuestra cabeza fechas y horarios de reuniones y ensayos, colores de la ropa que deben llevar -sino coser una misma durante horas-, qué llevo yo y qué llevas tú para el pica-pica que se ofrecerá después y, además, escuchar de fondo durante días machaconas canciones.

Y mientras, en algún lugar de ese verano que comienza, discurre un mundo paralelo que aún no me ha dado tiempo a ver, pero que sé que existe. Es el verano de los mojitos y la playa, de los bronceadores y las gafas de sol, de los bikinis y los tangas, de los chiringuitos chill-out y de su atronadora...digo estupenda música, de los cuerpos al sol... En fin, el verano de Mojácar, que llega y nos trae con él su habitual suciedad en la playa el día de después, las noches sin dormir de los vecinos y la peste a orina en las calles.

El curso ha terminado y hoy es la última función. Un año más se me ha olvidado hacer dieta exprés y comprarme toallitas autobronceadoras, lo que no impedirá que me ponga un mini bikini que tengo guardado y me lance descalza a la playa. Eso sí, limpiaré antes de irme.

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