Por sus palabras, los conoceréis

En los tiempos que corren, todo se confunde. Y hay auténticos maestros y maestras que usan con destreza ese arte de confundir. Incluso algunos y algunas llegan a ser verdaderos artistas, dando carácter de estrategia, política o eje central de su discurso a dicha confusión.

Juan García Conesa

Martes, 10 de mayo 2016, 10:16

Y no sólo personas, sino también instituciones y organismos (sus dirigentes, claro), han optado en los últimos años por una manipulación del lenguaje muy vulgar y engolada, quedándose en esa actitud, como si ello les redimiera de realizar verdaderas acciones.

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Es el sino de la era en la que estamos. Pondré algunos ejemplos:

 

Sinceramente, me fastidia, y mucho, que cuando se nos prepara desde las tribunas oficiales del gobierno, ya sean medios administrativos, o a través de cualquier vocero palmero de un medio amigo, para una injusta, inútil y estéril subida de impuestos, ahorcando hasta la extenuación a la parte de la sociedad que no motivó esta crisis, pero que sí la está pagando (y de qué manera), se la llame, digo, "pedir un esfuerzo extra a la ciudadanía". Pero qué poca vergüenza, coño, qué cara más dura. Ya no sólo por lo errado de la decisión, sino por cómo se quiere anunciar, por el interés en no dar la cara, en no decir la verdad y en presentarnos las cosas de manera distinta a como son en realidad.

En este sentido, en semanas pasadas, el Sr. Presidente del Gobierno, gran comunicador (en el extranjero, quiero decir) se atreve, de manera osada y descarada, a decirnos que solicitar un rescate y una intervención del sistema financiero español es lo mejor que nos ha podido pasar, verbigracia del arte negociador y la capacidad de presionar de nuestro glosado presidente a la gran referente de la austeridad, vigía de la ortodoxia y doctrina neoliberal, la Sra. Merkel. Tiene la cosa pelotas.

Las mismas que tiene esa insistencia enfermiza y poco decorosa, digna de las mejores Repúblicas Bananeras, de negarse con arte torero de tercera a acudir al Parlamento, lugar donde reside la Soberanía del Pueblo español y donde posee mayoría absolutista (que no absoluta), a dar explicaciones, a dar la cara y, si es necesario, a que se la partan, figuradamente, no sean mal pensados. Es lo que tiene ser Presidente.

Pero además, no se crean que sale a la palestra manipulando la realidad en su discurso a las primeras de cambio, no. De eso nada. Se enfrenta a su papel de Presidente, el día después, tras levantar ampollas su ausencia del día de antes, suplida de mala forma y como pudo el sufrido Sr. Guindos.

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Puedo hablar, también, del Sr. Divar, que, con mucho aplomo y un ceremonial típico de liturgias religiosas, tuvo el cuajo de mentirnos a todos sobre el uso de dinero público (es decir, del que usted y yo pagamos con tanto esfuerzo) en usos netamente privados. El Sr. Divar es magistrado, es decir imparte, o impartió alguna vez, justicia. Además, representaba al tercer poder de un Estado, el judicial, cuando cometió los hechos fraudulentos que lo forzaron a una dimisión dulcificada. Encima.

No quiero que piensen que en este asunto tengo algo contra el Gobierno del Pp, que lo tengo, pero no sólo la llevo con él. Aún recuerdo cuando ni corto ni perezoso, nuestro ex presidente Sr. Rodríguez Zapatero, afirmaba, con esa sonrisa que el Señor le dio, que no estábamos ante una crisis, ni mucho menos, sino frente a una desaceleración de la economía. Es para troncharse.

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Este mal que nos invade del uso y manipulación al albur e interés de quien tendenciosamente produce dicha manipulación, no conoce ideología, ni nacionalidad; socava todos los ámbitos de la vida pública nacional e internacional, y asistimos, impávidos, a dicho espectáculo, porque, si mal están las cosas, peor estarán si además se nos miente y engaña de manera intencionada.

Y es que no hay nada mejor que llamar al pan, pan y al vino, vino. Cojones.

 

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