Tiempos nuevos
A menudo, de manera sutil y recurrente, me aferro a la idea de creer, pensar o soñar que todo es posible y que una especie de milagro laico, social y cívico va a suceder, extendiendo un cálido manto de comprensión, tolerancia, esperanza y cordura que nos arrope y reconforte, como país y sociedad.
Juan García Conesa
Martes, 10 de mayo 2016, 10:27
Ese milagro al que me refiero, se tornaría actualmente en el espíritu de consenso, de pacto generalizado que se alcanzó en los famosos Pactos de La Moncloa.
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Aquella era una etapa bien distinta e esta, es verdad, donde los sueños y anhelos estaban vírgenes y sin estrenar, donde aún se creía en que con esfuerzo y ahínco cualquier obstáculo se podría superar, que como país estábamos naciendo a un mundo nuevo y que dicho parto requería el esfuerzo de todos y todas. Eso suponía, supuso, de hecho, la renuncia a posiciones inmovilistas y cerriles, a posturas intransigentes, al rechazo a valores defendidos antaño que habían llegado a costar cárcel, exilio o muerte por su sostenimiento, y en fin, a demostrar que uno era capaz de ver más allá de sus narices y que el concepto del bien general era muy superior al del bien particular. Es verdad, como decía antes que no son esos tiempos, pero tampoco somos ese país ni tenemos esos políticos.
Sin repetirse las circunstancias de la Transición española, por otro lado, irrepetible, sí que nos encontramos ante una encrucijada igual de importante que aquella, con menos alharacas, o tal vez seamos menos conscientes de la transcendencia del momento actual que atravesamos, pero créanme si les aseguro que la situación va requiriendo de grandes actuaciones épicas.
Se necesitan hombres y mujeres capaces de ilusionar, capaces de saber encontrar las cosas que nos unen y no las que nos separan, que sean valientes a la hora de tomar decisiones, que trabajen pensando en todos y todas, pensando en el futuro y no en las próximas elecciones gallegas, o en los consejos de la Dama Germana, Doña Ángela.
Y ese espíritu sí es el mismo que necesitábamos en la Transición, y que todos y todas, con un gran esfuerzo colectivo fuimos capaces de hacer que surgiera, de crear empatías, de ver por primera vez en muchos años al que no pensaba igual que nosotros como rival y no como enemigo. Ejemplos hay muchos; Don Santiago Carrillo (fallecido recientemente) y Manuel Fraga, exiliado y comunista por un lado, ex-ministro franquista y ex-embajador franquista por el otro, tuvieron el coraje de ponerse de acuerdo, de superar diferencias personales para poder ayudar a que surgiera una España nueva y democrática. O el Sr. Miguel Roca, que sigue siendo uno de los escasos políticos catalanes, ya sea en activo o no, al que no le importa que le llamen Miguel en lugar de Miquel (lo cual tiene mérito, con la soberana oportunista estupidez planteada por CIU y la independencia catalana).
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En definitiva, eso es lo que noto a faltar, personas con compromiso y valores, personas con la capacidad de vencer los miedos, personas que tengan una visión del actual momento más allá de sus propias convicciones y clientelas. Necesitamos recuperar el espíritu de pacto que se generó en la Transición. Necesitamos ponernos de acuerdo como españoles y españolas en que tenemos que definir qué futuro queremos para nuestra sociedad común en los próximos cincuenta años, y necesitamos ponernos a ello, ya, sin dilación, sin torpezas. Lamentablemente nos faltan los Carrillo, los Fraga, los Suárez, los Roca, etc.... Y si miramos entre las nutridas filas de los partidos políticos, el panorama es desolador, un páramo intelectual incapaz de ver más lejos que de su propia nariz, salvando honrosas excepciones, que las hay.
Si no reaccionamos pronto, seguiremos al dictado de lo que se decida sobre nosotros y nosotras desde otras tribunas, con otros intereses distintos a los nuestro que como ciudadanos y ciudadanas tenemos.
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Ese milagro es uno de los que espero que suceda, de los que más deseo. Tengo otros, pero son personales y no quedaría bien publicarlos aquí.
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