El elefante en la cacharrería
Déjenme que les venga a hablar de un tema del que siento vergüenza ( y asco) como hombre y como persona.
Juan García Conesa
Martes, 10 de mayo 2016, 09:07
En los últimos tiempos hemos sufrido un arrebato in crescendo del nivel de casos de violencia de genero. Es un asunto preocupante y muy alarmante que dice muchísimo de lo enferma que está nuestra sociedad a nivel grupal, como conjunto de individuos.
Lo primero que quiero destacar, desde mi punto de vista, es el poco acierto del nombre que se le ha dado a este tipo de acciones en los tiempos modernos. El nombre de "violencia de género", además de estéril, es falso e induce a error, por no representar en su totalidad el espectro de violencia entre personas adultas que se dan dentro de las relaciones de pareja. Porque, miren ustedes, este fenómeno no es nuevo, ni mucho menos, si bien, ya era hora de que pusiéramos el acento sobre dichas realidades.
El nombre es poco afortunado, les decía, porque no refleja en toda su magnitud la realidad actual. Hemos reconocido (ya era hora) que el amor no conoce de tendencias ni gustos sexuales, y que por tanto es igual de inmaculado, magnifico y virtuoso el amor que se tienen dos hombres, dos mujeres o un hombre y una mujer. Por tanto, la violencia surgida dentro de todas esas relaciones es similar, por lo que la denominación de violencia de género puede ser considerada clasista y un tanto anacrónica.
Además, opino que es insultante, por poco veraz, el hecho de considerar que el origen de tanto maltrato es solo provocado por un machismo exultante, el cual, por cierto, tras unos años que parecía pertenecer a los conceptos derrotados y poco vigentes, comienza a gozar de nuevo de buena salud, según demuestran los últimos estudios sociológicos realizados entre nuestros jóvenes. Es lamentable ver como se copia lo peor de cada casa, y como tienden a perpetuarse las malas tradiciones. Pero aun es más preocupante, que en casos donde los progenitores no han demostrado ninguna actitud machista en sus descendencias, estas si aparecen con claridad. Eso nos viene a demostrar, que algo falla en los valores que como sociedad transmitimos.
El origen real del maltrato es el egoísmo vengador, las ganas de poseer la vida y destinos del ser amado (mal amado, sin duda) en manos del maltratador/a. Una cierta manera de interpretar que o conmigo o con nadie, eres mía (mío), ese, es sin duda alguna el origen de la violencia de la que les estoy hablando. Uno/a se cree con el derecho de decidir sobre las cosas que son suyas. Y es verdad. Pero las personas no somos cosas, somos sujetos, no objetos, y no tenemos amo. Nadie debería tener amo.
Por tanto, amar no puede entenderse como la posibilidad de decidir sobre la vida y milagros de la persona querida, sino de compartir la decisión, y a veces, de actuar como espectador mientras la persona amada decide por ella misma, y piensa de manera diametralmente opuesta a la nuestra.
Sumémosle a eso nuestro decimonónico sistema judicial, aparato burocrático y desajustado como pocos de los muchos que integran el Estado, plagado de santos varones, pulcros y sin mácula, y que tienen una visión conservadora de interpretar e impartir justicia. Pero, el respeto a los demás, no tiene que ver con ideologías, tiene que ver con la vida. Se trata de amor, se trata de felicidad, es solo querer y respetar.
Es intolerable que en el año 2013, siga existiendo un solo caso de violencia (no solo muerte) de género, ya sea machista, feminista, o de cualquier tipo. Es insultante que no estemos educando a nuestra juventud en que amar, querer, sentir, es respetar al semejante, por encima de cualquier cosa. Es una obligación que tenemos como país. Trabajemos en ello, por favor.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.