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La España Herida

'España va bien' esta fue la frase que tan famosa hizo José María Aznar, el por entonces presidente del gobierno. Eran los momentos en lo que vivíamos en plena burbuja inmobiliaria, aunque eran pocos los que lo sabían, este hecho dislocó a España, hasta puntos que aun no hemos terminado de descubrir.

Eduardo Sánchez

Martes, 10 de mayo 2016, 09:44

Además de los problemas ecológicos derivados del enladrillamiento de nuestras costas y demás parajes naturales, la economía del país comenzó a concentrarse en torno a las sectores productivos derivados de la construcción, se atrajo al país gran número de trabajadores extranjeros a una economía que de siempre se había caracterizado por su gran número de parados y se creó una nueva casta de chorizos que merodeaban por las administraciones publicas en busca de dinero fácil.

Entre los que nos gobernaban nadie vio o nadie quiso ver a esta burbuja hasta que explotó. Tras la caída de Zapatero el entonces presidente entrante señor Rajoy y su equipo de gobierno compuesto por la unión de tardo franquistas, nacional católicos y liberales se vieron en la obligación de reinventar el modelo económico basado en el ladrillo. La forma elegida fue la devaluación, y como no podíamos devaluar la moneda ya que con la entrada en la Unión Europea habíamos perdido toda posibilidad de política monetaria, delegada a los intereses de los más fuertes entre ellos Alemania, no se les ocurrió otro camino que devaluar a las personas y convertir a España en la China europea. Resultaba bochornoso ver a nuestro presidente en Japón, diciendo a los empresarios nipones que se vinieran a invertir a España que aquí se cobraba poco, un presidente europeo vendiendo salarios baratos en el continente paradigma del trabajo basura, Asia. Fue entonces cuando se hizo necesario que todos los ciudadanos pagáramos con nuestros impuestos el dinero que los bancos habían perdido con sus políticas especulativas, mientras estos se encargaban de desahuciar a esos mismos que con sus impuestos estaban pagando sus errores. La Reforma Laboral abarataba el trabajo de aquellos que estaban pagando el desastre que no habían producido. Los liberales luchaban en Madrid por robar a lo público las pocas cosas que aun funcionaban, como la sanidad, mientras que los nacional católicos imponen por la fuerza a las mujeres sus conceptos morales mediante la nueva ley del aborto. Todo se recorta nada se salva, mientras se produce la paradoja que aquellos que hoy recortan están bajo sospecha de haber puesto el cazo o sencillamente de haberse financiado ilegalmente.

Y después de tanto sufrimientos nos queda una España con más del 26 por ciento de parados, en la que la que el 21 de los españoles vivimos por debajo del umbral de la pobreza, donde cada año desparecen miles de pequeñas empresas ahogadas por el austericidio económico y el hambre a vuelto al país como en cualquier otro en vías de desarrollo y lo peor de todo es que esto no tiene perspectivas de mejora.

Ante todo este panorama nos puede servir de consuelo que en España haya aumentado un 5.4 por ciento el número de ricos y que estos acumulen un 20 por ciento de la riqueza nacional. España está herida pero no parece divisarse a la persona o personas que puedan remediar semejante entuerto. Penoso es que un país desarrollado haya puesto las pocas esperanzas que le quedan en el poder judicial, el único que a duras penas aun parece mantener el tipo, entre depuraciones de jueces incómodos al sistema, el poder judicial lento como elefante cojo, cuatro años después de destapada la gran estafa aun no nos ha presentado a un culpable, y se pueden contar con los dedos de una mano aquellos presuntos responsables que aunque solo sea han visitado la cárcel. Ante esto a los ciudadanos nos queda sentirnos impotentes y juzgar por nosotros mismos. Juzguen ustedes, yo ya lo he hecho.

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