El Rey abdica, ¡Viva el Rey!
Ésa era la manera popular de festejar, durante cientos de años, la abdicación de los Reyes de las diversas monarquías españolas. Hace de esto, por lo menos, quinientos años, cuando no existía el menor dibujo de la Europa actual, ni mucho menos de sus nacionalidades y regiones. Quiero reivindicar, con esta premisa afirmativa, nuestro derecho absoluto a considerarnos la primera nación de nuestro continente. Hemos pasado guerras, invasiones y calamidades. Por otro lado, también hemos logrado conquistas, imperios y dominios. Hemos sido grandes navegantes, descubridores y misioneros, dando nuestra lengua y religión a millones de seres humanos. Nuestro Siglo de Oro ahí está para dar, por sí solo, ejemplos en la Cultura y las Artes universales.
Ezequiel Navarrete Garres
Martes, 10 de mayo 2016, 09:20
Todo lo transcurrido, en su noventa y cinco por ciento, ha sido bajo la tutela y el gobierno monárquico: absolutista, cuando lo era Europa; liberal, cuando la Revolución francesa y demócrata en este último período. Cuando fui avisado de la última comparecencia en TV de S.M. don Juan Carlos, seguí su discurso al pie de la letra y lo que verdaderamente más me emocionó fue cuando dijo: ¡Llevaré siempre a España en el fondo de mi corazón! Lamentables las manifestaciones posteriores, una y otra vez repetidas por TV, mostrando la trasnochada algarabía y banderas republicanas, como si fuera el último movimiento político inventado por el hombre, como si no hubieran existido dos ensayos anteriores: el primero, enredado y torpísimo, ya olvidado, en el siglo XIX; el segundo y último, con las trágicas barbaridades cometidas. Quiero advertir que hasta los promotores y firmantes del Pacto de San Sebastián, al poco tiempo de instaurado el nuevo Estado, alarmados y arrepentidos, acabaron abandonando su invento. Y eso que la gran mayoría eran intelectuales y de las cabezas más inteligentes de España. ¡No es eso, no es eso!, decían cuando se vieron desbordados. Hay países que no admiten, en ninguna de sus formas, tal régimen. Ejemplos los estamos viviendo a diario en nuestra querida España de hoy. Somos gente hipócrita, disimuladora, insincera y aprovechada, en el ámbito político. En cuanto alcanzamos mando y puesto seguro, público, aparecen estos graves defectos y más agudizados todavía, si es tiempo de crisis y dificultades. En cuanto se rasca, un poquito solamente, en una institución oficial aparece el fango y el incumplimiento del deber. Repasen, con visión aguda, claro, los treinta y dos puntos de la rosa de los vientos patria y verán qué resultado. Naturalmente, en un gran porcentaje encontrarán bellas y nobles personas, ciudadanos de pro y cuidadores de su imagen. A ver qué pensador, economista, jurista o sabio inventa un método para que esta caterva sin alma de asociales devuelva cuanto ha robado, hasta el último céntimo, con una suave sentencia para que prueben la prisión y aprendan a qué atenerse. Lamento no poder darles mejores impresiones en ésta, mi colaboración. Pero con esperanza en el futuro. Por eso, repito, la vieja consigna: ¡El Rey ha abdicado, viva el Rey!
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