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Con Paco 'Mareas' en la mar salada

Me llamó por teléfono Paco "Mareas" para darnos un paseo corto por el mar garruchero e intentar pescar unos cuantos "tapaculos" en cierto tramo de la mar que él conocía muy bien y, seguro, que lograríamos por lo menos un rancho. El citado pescado es muy parecido al lenguado, bastante más pequeño, con un sabor formidable, muy apreciado en la ribera y voceado en las terrazas de bares y restaurantes cuando disponen del mismo. Además, su captura es fácil y divertida: un sedal de 10 metros con otros tantos anzuelos de pequeño tamaño, en función de la boca de esta especie. Con la ventaja de trabajar en poco fondo y agilizar la operación de lanzamiento e izado del hilo.

Ezequiel Navarrete Garres

Martes, 10 de mayo 2016, 08:44

Quedamos concertados temprano y a las ocho más o menos, habíamos comenzado la tarea. ¡"Mareas", tenía razón como casi siempre!. Antes de una hora ya habíamos colmado el cesto, con ejemplares magníficos, pues, según decía mi amigo, eran las fechas del año adecuadas para esta clase de pesca. Desde la amura de estribor de proa, dónde estaba situado "Mareas" alzó su ronca voz y, como si fuéramos multitud, dijo: ¡ A almorzar y chismorrear!. Terminado el refrigerio con el penúltimo trago de vino de la bota y con bastantes lanchas faenando en el mismo brazo de mar, de pronto "Mareas", levantándose, se me acercó al oído y me estuvo contando, en voz muy baja, por lo menos tres o cuatro historias, políticas y actuales. Extrañado por la acción, le pregunté el por qué de hablarme en secreto. Las carcajadas duraron minutos y, entre más risotadas, me dijo que si no sabía que, estando como nosotros, con la mar tendida, llana y blanca, parados y rodeados de embarcaciones, la mar hace de telégrafo y transmite la voz humana a distancias inimaginables. A todo esto, no paraba de reírse. Claro, lo que me dijo "Mareas" no lo contaré. Pero sí les puedo anotar que era un lio donde destacaba el nombre de tres mujeres metidas en la política local. El resto de la mañana se nos fue, hablando bajo, en un suspiro, hasta las trece horas que, aproando las conocidas siluetas del Malecón entramos en el puerto de Garrucha. "Mareas", toda la mañana, continuó con su sonrisa socarrona, y ahora, tras el amarre, pícara: Yo me marché, carretera adelante, con el cesto del pescado entero, pues mi amigo había realizado la misma faena el día anterior. En lontananza, aparecía Vera azulona, con neblina, mi destino, donde aguardaban mi trofeo la peña de amigos de siempre, que sabían de la aventura marinera. El resto del camino fue como un Ulises cualquiera en tierra, pues, a lo mejor el héroe griego llegó hasta nuestras costas, antes de su regreso a Ítaca.

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