La presión turca
La cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del pasado 7 de marzo entre la Unión Europea y Turquía puso en evidencia una realidad tremendamente incómoda. Los Veintiocho se reunieron en Bruselas con el objetivo de seguir poniendo parches a la terrible situación de los refugiados que se concentran mayoritariamente en el paso fronterizo con Turquía, pagando el precio de tener que ceder ante las cada vez más exigentes peticiones del presidente Erdogan.
Carolina Bermúdez
Martes, 10 de mayo 2016, 09:54
El principio de acuerdo alcanzado se puede resumir en los siguientes puntos: la UE podrá devolver a Turquía a cualquier extranjero que entre en el territorio de Unión, que se reservará el derecho de gestionar las peticiones de asilo de los refugiados. A cambio, Ankara recibirá otros 3.000 millones de euros más para gestionar la acogida de los prófugos (que actualmente se cifra en unos 2,7 millones de personas), eximir a los ciudadanos turcos del uso de visado para entrar en la UE y además agilizar los trámites del ingreso de Turquía en la UE.
Una vez más, la fragilidad del proyecto europeo se pone en evidencia. Erdogan ha sabido utilizar la baza de la amenaza con dejar entrar en masa a los refugiados en territorio europeo, para hacer a la UE rendirse ante sus peticiones. Todo esto utilizando vilmente a centenares de miles de personas que escapan de una guerra que entre otros, su nación apoyó. Como escribe el periodista experto en conflictos internacionales, Silvestro Montanaro: "(El acuerdo del 7 de marzo) es un acuerdo que huele a chantaje, que hace de millones de personas mercancía de cambio, que anula los derechos humanos fundamentales. Un acuerdo dentro del cual falta una referencia a la causa principal de la avalancha de refugiados desde Siria: la terrible guerra que está viviendo el país".
La ONU se ha apresurado a considerar "ilegales" las expulsiones colectivas que plantea el acuerdo, y algunos países del bloque europeo han mostrado su preocupación ante "los arreglos políticos con el régimen islamo-conservador de Ankara", como refería el diario digital "La Información". En concreto el presidente francés Hollande, país que siempre se ha opuesto al ingreso de Turquía en la UE. Y es que la continua violación de los derechos humanos del régimen de Erdogan es preocupante. No sólo la terrible masacre del pueblo kurdo, no sólo el cuestionable proceso político que está convirtiendo en el presidente en una figura casi dictatorial. El último caso de violación de la libertad de prensa es cuanto menos esperpéntico: la liberaión por parte de la Corte Suprema de los periodistas Can Dundar y Erdem Gul, encarcelados por revelar el apoyo turco al terrorismo, hizo que el presidente Erdogan se "cuestionara" la existencia de dicha Corte de Casación, según sus propias declaraciones.
Mientras tanto, la situación de los inmigrantes en las fronteras cerradas, a un paso del "sueño europeo" es el más fiel reflejo de la peor de las pesadillas que un ser humano pueda imaginar. Miles de seres humanos se agolpan en improvisados campamentos, pasando frío, hambre, llenos de barro, esperando una solución a una situación dramática que sigue cobrándose las vidas de los más débiles. Mientras que los poderosos siguen decidiendo el destino de estos seres en frías reuniones y cumbres, llenas de buenas intenciones sólo sobre el papel, pasándose la patata caliente de quien acoge a los que Eduardo Galeano llamaba los "nadie". Todo siempre sobre la piel de los inocentes.
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